Que haya cesado el tiempo. Se diría
Que aun aquellas barcas resplandecen
En el sol de la tarde, que se inclinan
Levemente abrazadas por el viento.
Y, sin embargo, dejas la memoria
Hundirse como piedras en el sueño,
Tocar el barro ciego de los fondos del mar,
Irse pudriendo entre vegetaciones monstruosas.
Se diría que aun aquellas aves
Chillan con desespero,
Que remueven las plumas aguardando
Una señal segura en el largo horizonte,
Que aun aquellas barcas hinchan su claro vientre
En tanto que los picos sanguinarios
Resuenan débilmente en la comba del cielo.
Y huyes, te lamentas de no olvidar bastante,
De sufrir por la noche el giro de los astros
Y el ladrido que asciende
De aquel mar donde pudres la luz de tu misterio.
¿Recuerdas el otoño?
Allí reposa lo nuestro,
La intocable fragancia de tus senos tiernísimos.
La carne de tu boca como un fruto
De interminable aliento.
¿Adónde irás, si no; en qué otro sitio
Podrás reconocerte,
Con qué lengua hilarás esas palabras
Que ahora quieres encontrar,
En qué otro sitio, sino en esta espesura de recuerdos,
En esta luz salvaje que regresa?