martes, 11 de octubre de 2016



Fui a ver la exposición de Lucero González (una habitación propia), y mientras me deslizaba en el inmaculado piso de la sala, pensando por supuesto en Virginia Woolf, me encontré con rostros conocidos, congelados por la magia de la fotografía: Lila Downs, Marta Lamas, Elena Poniatowska, Graciela Iturbide. Y también con rostros no famosos pero vivos, y vivos en mi memoria. 
En una de las paredes había una serie de mujeres istmeñas, en el ritual que antecede a una fiesta. Una mujer mayor dormitaba en su hamaca y atrás una mujer más joven peinaba a quien parecía ser su hija. Me sentí conectada con la ceremonia, con ese cuarto seguramente caluroso, con el olor de las flores que adornan el cabello, con canas o sin ellas.
A la mitad de la sala, había una mesa de madera. La fotógrafa acomodó revistas, libros y más fotografías de mujeres de la historia. Estaba ahí el premio Pulitzer Toni Morrison, la pintora surrealista y escritora Leonora Carrington; mujeres, raza y clase de la revolucionaria Ángela Davis y ahí, junto a Ángela Davis, una foto de la mismísima Na' Juana, mi abuela. Forrada de terciopelo y flores Juchitecas, danzando de la mano de su amiga Odilia, mirándola fijamente, gozando… ¡qué coincidencia! casi rompo el vidrio que protegía a la mesa, de la emoción. Quería atravesar la imagen y decirle mira abuela, aquí estás, danzando en medio de Ángela Davis y Leonora Carrington, pero a ella no le importa eso y a mí tampoco.
Hoy mientras escribo esto, pienso en lo tonta que he sido buscando referentes de lo que quiero ser, del otro lado del mundo. La mujer que yo busco, no está en una tierra lejana, está aquí mismo, en tierra Oaxaqueña y Juchiteca, su legado corre en mi sangre. Ángela Davis es maravillosa, y a Marta Lamas la admiro un montón, pero nadie se compara con la gran Na’ Juana. No tengo ejemplo de goce, fortaleza e independencia que la supere, siempre en su propia habitación.
Te amo abuela.




En las orillas del río contaminado creció una misteriosa maleza,
que atrajo hoy a un grupo de aves blancas,
extrañas e incómodas.
Su virginal plumaje rodea
la mierda de esta colonia.
Las aves blancas simbolizan el espíritu santo,
también la libertad.
Libertad de ser inmunda o pura,
libertad de ver a Dios en nuestra fecal humanidad.

viernes, 7 de octubre de 2016

Mi cuerpo es como una tierra lejana y antigua, agrietada por un montón de desastres naturales ¿Algún día terminamos de sanar?

Amores y desapariciones: el amor en los tiempos de tinder.

Hace unos meses descargué tinder, la red social de ligue más famosa de la actualidad. Llena de curiosidad y un poco fantaseando con encontrar al amor de mi vida, comencé con mi exploración. Aparecieron en mi pantalla una serie de fotos de hombres del rango de edad que previamente seleccioné.

De la vista nace el amor, dicen por ahí, así que con una sucesión de instrucciones propias del holocausto empezó la cacería. Todo parece muy fácil: si te gusta deslizas a la derecha, si no, a la izquierda y lo mejor, si te gusta y tú le gustas, se abre un chat.

Así estuve tres días, transitando entre la izquierda y la derecha, preguntándome cómo una imagen y una brevísima descripción podrían ser suficientes para despertar mi deseo. Al cuarto día vi la foto de un profesor de Ciencias Sociales a sólo un kilómetro de mi ubicación, por supuesto que deslicé a la derecha. Se abrió el chat y el primer mensaje que recibí fue una invitación a desayunar.

No fui, pero fue suficiente para ponerme a fantasear durante todo el día, para despertar mi apetito literario y charlar largas horas sobre Alice Munro y Bukowski. Pensaba en él y yo en un café, conociéndonos, etcétera.

Dos días después la emoción se esfumó, eliminé el chat y desaparecí de su vida. Fácil y sencillo. Dos días de relación, un adiós para siempre, y dramas cero. Tiempo después borré tinder porque no soy todavía, capaz de cambiar la magia de las coincidencias, por el brillo de mi pantalla.

Olvidé la aplicación por meses, hasta ayer, que me encontré en la mesa de un bar descubriendo que todas las presentes hemos tenido tinder alguna vez. Escuché historias dignas de un cuento de Orwell, de Serna o de Huxley.

Acá estamos en el futuro, entablamos relaciones a través de dispositivos lejanos a nuestro tacto, a la mirada accidental. Da miedo y al mismo tiempo es maravilloso. Ayer justo fui a ver una obra de teatro llamada "dos extraños se tocan brevemente" y pienso si será un clic similar al tacto, si será la notificación de un like, la brevedad que genera la empatía necesaria para construir algo, cualquier cosa que sea.  No lo sé, pero yo sí tuve dos días de fantasía y emoción frente a mi pantalla.

Maldito este tiempo en que el amor es efímero. Bendita la posibilidad de desaparecer. Bendito el tiempo que tarda el pulgar en deslizarse a la izquierda para develar una lluvia de posibilidades, a tan sólo 3 kilómetros de distancia.

jueves, 8 de septiembre de 2016

La mente es una cosa extrañísima, capaz de crear asociación entre dos eventos que no la tienen. Como el cielo y la cara de X. Conocí a X en la universidad. El primer recuerdo que tengo de ella es que se sentaba en la fila de enfrente, como yo, pero separada por otras tantas filas. Después, las filas que nos separaban se hicieron solo una, y después quedamos en la misma, una detrás de la otra. X y yo no fuimos amigas, aunque hubo ocasiones en que le conté cosas, le conté mis deseos, le conté que estuve enamorada y que después estuve desenamorada. Ella me compartió algunas cosas también, todo en un lenguaje cordial que nunca traspasó las paredes del salón de clases. Recuerdo cosas de ella como que era más baja que yo y que tenía el cabello igual de lacio que el mío, que le gustaba el pimiento morrón, y combinar apio con yogur natural, y también que era impuntual. Me es complicado recordar los rostros pero recuerdo parte del de ella: lunares perfectamente alineados sobre una mejilla inmaculada. Nunca le di importancia, pero desde hace unos meses cuando camino a casa y miro el cielo impecable, la luna creciente con sus estrellitas magestuosamente alineadas, la recuerdo a ella. Yo no sé si X sabe que es hermosa porque tiene una extensión del cosmos tatuada en su mejilla, y tampoco sé si hay más personas que cuando miran el esplendor de la noche, la miran a ella.  

miércoles, 6 de julio de 2016

sueño


Los amantes de mi sueño se abrazaban, se reían, se querían,
se miraban con los pérfidos ojos de quien adora y teme tanto que odia.
Mi presencia se perdía entre pestañas y besos. 
Yo los miraba con lejanía.
Después de un rato de observarles, 
ella me descubrió,
me clavó sus negrísimos ojos, 
rio con ellos.
Me expulsó de su espacio evocando el sonido del despertador,
y cuando sonó, lo primero que pensé,
fue que tenía que venir a escribir,
que los amantes se leen con signos que solo ellos entienden.



Quitarse el vestido o los prejuicios.
Emanciparse del cuerpo ajeno
y recuperar el propio.
Aquí está,
aquí ha estado.
Olvidado, esperando,
latente, valiente.
Músculos, carne y sangre,
fuego entre las piernas. 
Aquí está mi cuerpo, 
despierto,
reviviendo,
pidiéndome que le haga el amor.
Mi cuerpo sabe lo que quiere.
Grita, exige, llora y ríe.
Presiono, acaricio, libero.
Mi cuerpo y yo.
Yo...
me tengo 
me gozo
me corro
me pruebo 
me elevo
me muevo hasta jadear 
me quiero.

lunes, 20 de junio de 2016

reflexiones sobre la locura.



La locura no te hace especial, te hace humano. Hay niveles: locuras superfluas y locuras profundas. La superflua es la que uno se cuelga en el pecho, diciendo aquí y allá: yo soy así. La locura superflua se cura con medicinas. La profunda, en cambio, se inserta en las vísceras, se acomoda a la perfección en nuestras células. La locura profunda, es explosiva, es bella. Fluye y cambia. Adopta formas, a veces de cuento, de luna hermosa y limpia, de amor, de alegría incomprensible, de pájaro azul en invierno helado. La locura profunda hay que mantenerla profunda, no se anuncia ni se cura: se entierra. Se vuelve persona, se incrusta a nuestro nombre, se disfraza de calma, y como el pájaro azul de Bukowski, viene a veces en la noche y se posa en la orilla de la cama mientras brilla, con un brillo oscurísimamente excelso, para acompañarnos a dormir.

Búsqueda

Te busco a diario.
A veces, sin darme cuenta
en un libro
en un destino
te busco. 
En otra boca
en otra cara
en otra voz
en otro sexo
te busco.
En mis sueños
te busco.
Para borrar tu recuerdo 
o remediar lo irremediable
te busco.
Aunque me resisto
te busco.
Para hablarte
para que me conozcas
te busco.
Para decir todo lo que no dije,
para dejar de temer lo que temí
te busco.
Para aceptar la finitud
te busco.
Te busco tanto que no apareces.
Ven a mí con otro rostro
encarnado en otro amor.

La noche del domingo.

Silencio
música, risa, uñas azules, 
deseos que se meten a mi estómago y 
viajan por mi cuerpo.
Humedad y soledad
ensoñaciones
sed de contacto.
Extraño tocar,
deslizar mis dedos sobre una piel desconocida,
sentir unos labios nuevos,
entregar mi lengua a otra boca.
La asfixia.

No sé escribir
últimamente no sé escribir
no encuentro algo que le dé sentido a la letra
la levedad me atormenta.
Los domingos busco el caos, 
pero no quiero escribir sobre el caos.

cómo desaprendo a escribir sobre ti.

Cómo aprendo a escribir sobre otras cosas que no seas tú,
en tus múltiples dimensiones. 
Tú, amor
tú, desamor
tú, partida
tú, un  poco de odio 
y un poco de gracias.

viaje ácido

Hoy me viví libre
me supe montaña, árbol,
cielo, espacio, sonido y ausencia del mismo.
Me sentí geométrica,
componente del mandala universal.
Hoy retiré el yo y fui solo existencia.
Sin dolor, sin alegría, sin apegos,
solo calma...
Hoy un delicioso escalofrío,
recorrió hasta la fibra más olvidada de mi ser.
Me puse unos lentes de renuncia al patriarcado,
y desde esa óptica pude ver
toda clase de seres rendirse ante el romanticismo.
Hoy comprendí que soy un punto en la historia:
en mi historia,
en la biografía de quienes amo y me aman.
Hoy canté y bailé,
canciones de amor,
sabiendo que en realidad, eso no puede ser amor.
Hoy reí muchísimo,
hasta llorar.
Me declaré afortunada por vivir en tiempos de Bjork
y cantar violently happy.
Hoy celebré el amor y la familia,
el cariño que se transforma a mi ritmo.
La almohada cuando llegué a mi casa,
mi cobija calientita,
mis neuronas haciendo mágicas sinapsis.
Hoy sé que ponerle un nombre a lo que pasa,
es un intento imposible de perpetuidad.
Hoy me recubre el calor de Virginia Woolf,
de Foucault (a quien todavía no termino de entender).
Hoy me revisten canciones, recuerdos, una mano amiga,
miradas con las que me alegro haber cruzado,
magnitudes inconmensurables de soma.
Viendo las imágenes del movimiento social en Oaxaca, llegan a mi mente recuerdos de la niñez. De mí acompañando a mis padres en las marchas, en el plantón. Imágenes de días y noches en el zócalo de la ciudad. Nunca me pareció una huevada, ni una vergüenza, todo lo contrario. La hora de dormir era una aventura, y me fascinaba que durante el pase de lista alguien decía "Patita" y yo respondía, presente. Me gustaba estar ahí, con otros niños y niñas, siendo parte de alguna forma. Mi momento favorito era la hora de cantar. Me recuerdo con el puño infantil levantado, recitando junto a todxs: venceremos, venceremos, mil cadenas habrá que romper, venceremos, venceremos, al Estado sabremos vencer. Yo no sabía entonces el significado, pero ahora ya lo sé y por eso levanto mi puño adulto para cantar: venceremos, venceremos, mil cadenas habrá que romper, venceremos, venceremos, al Estado sabremos vencer.

Sobre mi tierra no hay luna de fresa.
Hay lágrimas
muerte
injusticia
Sangre que la lluvia no puede limpiar. 
Mientras los poderosos duermen,
El pueblo convierte la rabia en acción.
Con letras, canto, barricadas.
Sin descanso.
Tapizando las paredes con los nombres de los caídos. 
Con nuestra memoria,
con nuestro saber,
de todas las formas posibles, 
venceremos.

lunes, 13 de junio de 2016

lunes, 30 de mayo de 2016

Tú, que viajaste entre pestañas desconocidas, para hacerme sentir mariposas.

Ven a mis días como viniste a mi sueño,
ven a mis noches.
Dime que la angustia por amarme 
es muy grande;
cálmala con un beso...
Ven a mí con tu lengua suave,
viaja a mi estómago,
inúndalo.
camina conmigo en silencio,
termina de llenar mis domingos.
Ponle tu nombre al vacío.
Ven a mis días, 
como has venido a mi sueño.
Me quiero porque con mi tacto 
soy capaz de expander mi cama hasta la vía láctea 
y beber de ella.

Me quiero porque a través de la yema de mis dedos
el humo de un cigarro
se convierte en una nube de algodón
en la que duermo fresca y plácidamente.

Me quiero porque me doy
lo que nadie puede darme.

Me amo porque me disfruto tal cual soy:
piel, pelo, sangre, grandeza,
humedad que florece...

Soy un diente de león que mi caricia destruye
y convierte en polvo de estrella.

miércoles, 20 de abril de 2016

PREGUNTAS


Qué recuerdas del querer
Cómo es
Cómo era
Cómo es la primera noche de un nosotros,
desnudarse una vez más por vez primera.
Cómo es la mañana siguiente
¿Se miran apenados, los amantes?
Buscarán protección detrás de una ridícula manta.

Cómo se construye lo cotidiano,
el nuevo vocabulario –mixto-
del diccionario amistoso del uno y del otro.
Cómo se establece la danza sincronizada
de dos cuerpos desnudos
-los tiempos, el ritmo, lo que va antes y después,
lo que no se hace-

Cómo se acostumbra a un sabor de boca
a una actividad favorita (a veces odiada).
Cómo encuentra la cabeza,
la almohada perfecta en la anatomía ajena.

Cómo se arregla la primera pelea,
cuánto se sufre
en qué momento surge
cuánto asfixia la rutina cuando nace
cuánto aguantas sin respirar
cuándo te das cuenta que flotas en el vacío.
A qué hora te dan ganas de pisar tierra,
de decir adiós.
Cuándo el beso es tan repetido que se siente propio.

Cómo es el desamor
Qué recuerdas del des-querer
Cuánto se llora
En qué fecha acaba
Cuándo la cabeza, se amolda a la extensión de la cama vacía.
En qué momento el anhelo se convierte en un nombre lejano;
en solo una palabra vacía, sin fondo.
Cuándo la calle recorrida juntos cobra otro significado,

que en cada pisada, construye una nueva historia.

jueves, 14 de abril de 2016

Coincidencia.


Conozco esta neblina
la probé hace dos veranos
cuando ya nos extinguíamos.
Yo, era una voz
rezadora de mantras
lejana y temerosa.
Tú, navegante de lo nuevo,
más allá me olvidabas...
Hoy me cubre la misma neblina, 
la siento en la nariz y me da sueño.
De ti, ya no sé nada,
y en la lista de reproducción
suena the xx,
diciendo
sometimes I still need you.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Un poema de Inés Púrpura.


El escrito es de Inés Púrpura, hace unos días que la conozco, me encontré su libro en Zipolite y me ha gustado mucho.


Un poema de Natalia Iñiguez.






Este es mi cuerpo,
la perfección del pezón
que señala mi ombligo.
Y la separación siempre justa 
de las estrías en mi ingle.

Natalia Iñiguez.

Arvida Byström


 

https://soundcloud.com/arvidabystrom

imágenes, colores y música.

martes, 29 de marzo de 2016

Detrás de esa nube se ha quedado mi casa.








Hoy no hay mares cercanos
no hay más que nubes perfectamente alineadas
pero, me importan un pito las nubes (como dice Girondo)
cuando extraño tanto el mar. 

Las olas de Zipolite, Oaxaca.

Despegar
volver a la rutina 
al frío
al viento
soledades agradables me esperan 
soledades al fin
lejos de casa
silencio.




atardecer en Mermejita, Oaxaca.

Dejo el mar y su nostálgica terapia
la emoción de hace una semana
dejo mi casa y mi familia
la risa
la calma en la hamaca al amanecer
dejo el desayuno ya preparado
los atardeceres naranjas
el ladrido alegre de mis perros
dejo la arena
las olas
la tibieza de los días
levanto el vuelo con una extraña tristeza
nada me emociona en esta hora
solo pensar en volver.

jueves, 17 de marzo de 2016

Hace rato caminando hacia mi casa, digo mi casa porque aquí es mi casa ahora, a más de 485 kilómetros de mis amigos, de mi familia, de una parte de mí; miré hacia el cielo y vi asomarse unas estrellas, más puntos que estrellas. Sentí alegría porque recordé la historia lejana de un grupo de amigos que esperaban un meteoro en medio del semidesierto, y, como un regalo de la comisión federal de electricidad, se fue la luz. Dando pasos en esa oscuridad supe qué es lo que me gusta de los pueblos lejanos: la falta de luz. A lo lejos se dibujaba un cerro y detrás de él una explosión luminosa que parecía el amanecer. Llegué a la casa, la ausencia de luz duró solo unos pocos minutos, los suficientes para intoxicarme, para lograr esa conexión que ocurre una vez cada quince días o más. Pasé por los columpios y quise jugar, pero había un charco debajo ¿por qué me asusta un charco?, llegué a la casa que apestaba a gas, corrí a la estufa y cerré la llave por donde se escapaban ligeros suspiros letales. Subí a mi cuarto, abrí la ventana y ahí estaba lo que brillaba detrás del cerro; no era el amanecer de un verano caluroso y nudista en Zipolite, era la luna brillando como solo sabe hacerlo en estos días. No amanecía, anochecía. Entonces pensé que hace exactamente un año, caminando en otra calle, hacia otra casa, en otra ciudad, vi esa misma luna. Recuerdo la escena: calle independencia, al lado de Fa, pasando junto a la señora de las gelatinas –el ejemplo más grande de la fe y la determinación- la que sale a vender cada noche una fila de coloridas y acomodadas pociones de grenetina –una de nuestras investigaciones pendientes, por cierto, después de Bukowski oaxaqueño-, como decía, vi surgir la luna aquella noche en que yo tenía el corazón bien roto. Apareció en el cielo lleno de nubes, por dos minutos nada más e igual que hoy, llegué directo a la libreta a contarlo, a dejar el momento atrapado en la letra, apestando a tinta de lapicero barato y desesperado. Aquel escrito, por supuesto, es triste.

¿Será la misma esta luna?                         
                 ¿Seré la misma yo?

La luna, el cielo, las nubes, el frío, Patricia Matus, pies moviéndose hacia un hogar; nadando en los ciclos del universo una y otra vez.

¿Qué estaremos haciendo luna, tú y yo? ¿En dónde estaremos el próximo 29 de octubre?

No lo sé, pero mientras sucede, hay que brillar

nocturna lluvia.


Hay quien no comprende la poesía,
quien incluso la detesta, la burla,
la lee con tono de verso sin sentido
en el festival de la primaria.

Hay quien no desea el amor,
la caída libre
la incertidumbre de dejarse estrellar en el otro.

Hay quien no ocupa la noche para soñar,
para dejar el presente en la mesita
y sumergirse en la película mental
en que todo ocurre simultáneamente…

… Árboles de ideas, batidos de cariño,
pájaros de libertad,
nubes de incienso
orugas en capullos de temor y duda
que se transforman en una lengua
y luego en un beso
que viaja suavemente al estómago

Sensación de calle abandonada en domingo
de matiz color turquesa
rumbo al norte de la ciudad.
Nuestro amor reposa en otra época,
en otro tiempo.
quizás en el año pasado
o en una lejana semana santa.
Nosotros existimos
en viejas aguas de samaritana
en mis 23 años,
en las tardes lluviosas de café y tarta,
en las idas al súper
y en mi deseo de existir.

No sé quién fue el culpable de borrarnos
no sé si fuiste tú o fui yo,
o si fue el tiempo,
o los kilómetros,
o si fueron mis ganas del futuro.
no lo sé y es triste.
Ya no importa.

Nunca comprobamos conocernos.
Ya no vivimos en los ojos del otro,
y ya no nos duele nuestra ausencia.
Hemos cambiado,
ya no me quieres ni te quiero.
no recuerdo más tu voz,
ni tu risa,
ni tu mirada al acercarte.

De mí a tu lado recuerdo poco,
solo lo que me faltaba,
cosa mía, a final de cuentas.
Vacíos que ni tú llenaste.

¿Cómo habito mis espacios?
¿Cuál es la receta?
Ahora sentada frente al horno
me pregunto.

Soledades que queman nos han atravesado.
A mí la nostalgia me visita de madrugada,
a veces los días treinta;
y me da una buena zarandeada cuando viajo,
cuando me encuentro sola
en el asiento de un autobús
yendo a un lugar bello y desconocido,
cuando regreso a casa,
o cuando paso por tu calle.

No sé si uno termina algún día de sanar.
Es verdad que ya no te quiero más,
pero adoro la nostalgia de no tenerte.

Hay una sola cosa en todo esto que detesto:
la opresión en mi estómago al saber
que algún día de tu pecho crecerá una raíz,
y luego un árbol,
y con mi mala suerte también un fruto y un jardín.

Yo ahora habito en las esquinas de los libros,
en la risa de bebés que no son míos,
en el fondo de una botella de vino.

En las noches me recargo en mi almohada
Y descanso,
la cama ahora es toda mía.
Ya no te quiero pero siento frío,
y todavía me pregunto
si del lado derecho de tu cabecera,
ya se ha borrado mi firma.