martes, 2 de enero de 2018

ojalá nunca sepa quién soy

Quién soy yo
ojalá nunca lo sepa.

Es este tránsito el que me hace libre
este descubrirme nueva
con deseos que no creí posibles.

La maleza en que me he convertido
¿Algún día echará raíces?
¿Contagiaré a alguien o alguien me contagiará a mí?

Me descubro sentada, escribiendo, escuchando,
como mi yo antigua
y no sé quién soy ahora y quién he sido antes
¿Un libro, un poema, una canción, una persona?

Qué significo para mí
qué significo para otras
qué quiero
ojalá nunca lo sepa.

Nado en el mar sin una isla cercana
esperando a ser devorada o rescatada
nada es seguro
nada
sigo nadando.

Quién soy, quién seré, 
ojalá nunca lo sepa.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Deseo es una bella palabra

Qué es la piel sin la caricia
y el cuerpo sin el deseo,
inútil depósito de sangre y huesos.
Y el deseo:
impulso que surge de la mente
aparentemente libre,
sustancia sin forma
contaminada por la historia universal.
Y qué camino sigue ese deseo,
en dónde se incrusta sino en el cuerpo,
propio o ajeno.
Cuando lo propio no es suficiente,
porque cansa, porque aburre,
por misteriosas reacciones alquímicas;
surge la incesante cruzada.
La búsqueda de otro cuerpo.
Y así comienza
la tensión que no puede contenerse
porque explota la sed miserable,
que en oposición a la tesis de Villaurrutia,
nunca acabará,
porque una no puede ser sin la otra.

Patricia Matus

Peligro

I
Se me incrusta en la carne
la luna decembrina
que me exige pensarte
para poder escribir.
II
El pseudoamor
tiene un periodo de incubación
de diez horas.
III
La sintomatología se exacerba
en días helados de luna llena.
IV
Experimento la sublime maldición
de querer, extrañar y necesitar
un espacio corpóreo
en el que nada hay.
V
¿Existe una cura?
Patricia Matus.

viernes, 14 de julio de 2017

amo-r

No querer
Desquerer
Desaprenderte
Desprenderte
Des-soñarte
Des-pensarte
Despertarme

Qué tendrá este viento que recuerda tu nombre.
Revive en mi cabeza la imagen de las noches, 
en aquella casa y en la cama que no es mía, 
que nunca lo fue.

Qué tiene este viento que te veo a mi lado, 
con el cuerpo girado al lado contrario,
Y yo, mirando el reloj sobre el cesto,
Insignificante imagen que no desaparece,
que dicta una hora que no alcanzo a distinguir.

Cuántos minutos desde aquellos días, 
cuántos años...
La memoria recoge lo innecesario.

En algún fragmento, axón o dendrita,
se quedó, no tu cara, ni tu tacto,
sino aquella habitación,
la tele en frente con su repetida y estúpida programación, 
la supremacía Bourne.

La ropa que tal vez toqué y quité.
un grupito de elefantes colgados en el baño,
un portón blanco,
una persona con manos grandes, 
lejana, ajena, 
emitiendo palabras que jamás entendí.

Ahí estoy yo con otro cuerpo, 
pero yo al fin, 
buscando quién sabe qué...

Allá me veo,
a los pies de un amo-r que detesto.

Allá te veo, 
desconocido, superior,
ahogando mi voz en tu oído indiferente.

Allá te veo, 
en un mensaje que no se siente en otro lado 
que en la vibración del teléfono;
En la desesperación que llena mi pecho 
y que nunca había sentido.

Allá te siento, 
en la angustia y en la liberación 
que acarrea tu partida,
vencida por ti.
Porque no me escuchaste antes,
porque había reclamo
porque había rabia, dolor y partida 
también de mi lado.

En fin, en alguna conexión mielínica 
te habrás quedado, 
que este viento recuerda tu nombre, 
que siento la vieja voz silenciada 
desgarrar mi pecho 
cada vez que una imagen que contiene algo tuyo
me atraviesa.

Dónde habrá quedado el relojito, 
quizás sobre otro cesto 
en una nueva casa, 
junto a otro cuerpo que mira hacia ti.

Patricia Matus

martes, 11 de octubre de 2016



Fui a ver la exposición de Lucero González (una habitación propia), y mientras me deslizaba en el inmaculado piso de la sala, pensando por supuesto en Virginia Woolf, me encontré con rostros conocidos, congelados por la magia de la fotografía: Lila Downs, Marta Lamas, Elena Poniatowska, Graciela Iturbide. Y también con rostros no famosos pero vivos, y vivos en mi memoria. 
En una de las paredes había una serie de mujeres istmeñas, en el ritual que antecede a una fiesta. Una mujer mayor dormitaba en su hamaca y atrás una mujer más joven peinaba a quien parecía ser su hija. Me sentí conectada con la ceremonia, con ese cuarto seguramente caluroso, con el olor de las flores que adornan el cabello, con canas o sin ellas.
A la mitad de la sala, había una mesa de madera. La fotógrafa acomodó revistas, libros y más fotografías de mujeres de la historia. Estaba ahí el premio Pulitzer Toni Morrison, la pintora surrealista y escritora Leonora Carrington; mujeres, raza y clase de la revolucionaria Ángela Davis y ahí, junto a Ángela Davis, una foto de la mismísima Na' Juana, mi abuela. Forrada de terciopelo y flores Juchitecas, danzando de la mano de su amiga Odilia, mirándola fijamente, gozando… ¡qué coincidencia! casi rompo el vidrio que protegía a la mesa, de la emoción. Quería atravesar la imagen y decirle mira abuela, aquí estás, danzando en medio de Ángela Davis y Leonora Carrington, pero a ella no le importa eso y a mí tampoco.
Hoy mientras escribo esto, pienso en lo tonta que he sido buscando referentes de lo que quiero ser, del otro lado del mundo. La mujer que yo busco, no está en una tierra lejana, está aquí mismo, en tierra Oaxaqueña y Juchiteca, su legado corre en mi sangre. Ángela Davis es maravillosa, y a Marta Lamas la admiro un montón, pero nadie se compara con la gran Na’ Juana. No tengo ejemplo de goce, fortaleza e independencia que la supere, siempre en su propia habitación.
Te amo abuela.




En las orillas del río contaminado creció una misteriosa maleza,
que atrajo hoy a un grupo de aves blancas,
extrañas e incómodas.
Su virginal plumaje rodea
la mierda de esta colonia.
Las aves blancas simbolizan el espíritu santo,
también la libertad.
Libertad de ser inmunda o pura,
libertad de ver a Dios en nuestra fecal humanidad.

viernes, 7 de octubre de 2016

Mi cuerpo es como una tierra lejana y antigua, agrietada por un montón de desastres naturales ¿Algún día terminamos de sanar?